viernes, 24 de diciembre de 2010

Ahí está la confraternidad humana...

Ayer, recibí un correo típico de estas fechas deseandome felices fiestas y un nuevo año lleno de éxitos; pero, ese correo dejó de ser típico cuando abrí el adjunto que envió su autor, en él se transcribía un maravilloso texto de la obra " El atrevido muchacho del trapecio" de William Saroyan, que dice:

"No creo en las razas. No creo en los gobiernos. Veo la vida como una sola vida al mismo tiempo, millones y millones de vidas simultáneamente por toda la Tierra. Los bebés que aún no han aprendido a hablar ninguna lengua son la única raza del mundo, el género humano; el resto, es pretensión, lo que llamamos civilización, odio, miedo, ambición de poder..., pero un bebé es un bebé. Y la forma en que lloran: ahí está la confraternidad humana, en los bebés que lloran".

Y sentí el deseo de no perder la capacidad de oir "ese llanto".

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